Nuestro acercamiento a la

Obra

La instalación de Iruña nos pega duro e incluso incómoda. Hemos temido vestirnos de algo que rechazamos y por lo que hemos llorado y gritado. Pero también sabemos que la exclusión, la pobreza, no admite matices. En las afueras de nuestro mundo, más allá de las fronteras del bienestar habitual de los que se sitúan en la indiferencia que provoca el centro, el mar mata y los cuerpos se apropian de las vidas y las retuercen hasta el fondo de los océanos… allá donde los gritos no resuenan y las voces callan.

Las obras de la artista nos llevan a la reflexión directa sobre las personas que acogemos en el Programme Afrique, en la Casa Boza  y en el Huerto Hermana Tierra. Lo migratorio se presenta con dureza en el momento de mayor sufrimiento.

También trasladamos otros cuerpos a ese mar… aquellos de quienes viven abocados al frío de la calle, aquellos que solos o solas, viven los últimos días de sus vidas en la nostalgia de una mirada con la que poder dar cuerda al reloj de las tardes en penumbra, aquellos niños y niñas a las que les robaron infancia y familia y que crecen perdidos, resistiéndose al cariño, con miedo a ser.

Nos resistimos a dejarnos mecer por la deriva de la marea y nos apresuramos rápidamente al rescate porque sí creemos y reivindicamos pensar a las personas vulnerables más allá de su vulnerabilidad. Creer en las personas en términos de futuro, ofrecer sueños, levantar caminos desde los que hagamos el mañana. Parece vacío reclamarlo desde el centro de la sociedad, pero allá en las afueras, más allá incluso de las fronteras es necesario construir el derecho a anhelar.

Por todo ello, para profundizar en el anhelo, para construir otros escenarios de futuro, para ir más allá del mar, hemos preparado una serie de talleres y encuentros que cobijarán las reflexiones que la obra nos traslade y que pretendemos abordar desde diferentes lecturas.